Elaboración propia @japeraltag

En el mundo empresarial actual cualquier iniciativa tiene la presión por generar resultados rápidos. Esta premura no solo afecta a los proyectos de innovación, sino que los impulsa a enfrentar obstáculos adicionales. La prisa por alcanzar la implementación inmediata puede resultar en decisiones apresuradas y, en muchos casos, errores graves debido a una falta de validación previa. En este contexto, el método científico emerge como una guía invaluable, delineando un proceso claro: identificar un desafío, formular una hipótesis, diseñar y llevar a cabo un experimento, y finalmente, validar o refutar la hipótesis.

Esta metodología no solo es aplicable a la investigación científica, sino que también ofrece un marco sólido para la validación de ideas de negocio. Eric Ries es quien logró sintetizar los diversos esfuerzos previos en la aplicación del método científico a los negocios a través de lean startup.

En este artículo, exploraremos en detalle cómo la validación rigurosa puede evitar errores costosos y promover el éxito sostenible en el desarrollo de nuevos proyectos empresariales.

Esas prisas por acabar suelen acelerar los procesos y provocar malas decisiones por una falta de validación previa a invertir y también a implementar.

El método científico es muy claro: 1) Se identifica un reto a resolver, 2) Se desarrolla una hipótesis, 3) Se construye un experimento 4) Se valida o no la hipótesis.

Esas hipótesis van identificando esos retos importantes por resolver en un negocio:

¿Ese tipo de cliente tiene el problema que hemos identificado?

¿Es un problema relevante que le interesa resolver?

¿Lo podemos resolver con ese concepto?

¿Hemos logrado traducir ese concepto en un producto/servicio factible técnicamente?

¿El cliente está dispuesto a pagar por ese producto/servicio lo que esperamos?

¿Con ese precio podemos ganar dinero?

¿Somos capaces de atender un volumen necesario para que sea un negocio atractivo?

Todas esas son preguntas que necesitamos validar y para eso conviene seguir el método científico, no es posible responderlo con una tabla Excel por exacta que pueda ser. Se requiere tocar la realidad de los clientes y experimentar para validar que todas esas hipótesis son ciertas y que además de ser ciertas, sean adecuadas para generar un negocio rentable.

Las ideas de negocio requieren de grandes ideas con modelos de negocio que las hagan posibles y rentables, de otra forma nos estaremos llenando de grandes ideas que resuelven en problema que a nadie le importa o bien que si logran el interés pero que no están dispuestos a pagar un precio que nos genere rentabilidad.

En cualquier empresa estamos centrados en la inmediatez de los resultados, en operar el negocio que hoy funciona, buscando nuevos clientes y nuevos territorios para nuestros productos, o bien hacerle ajustes a nuestros productos y servicios para crecer las posibilidades de negocio. Esa lógica nos impulsa a la inmediatez de esforzarnos desde lo comercial para vender más y desde lo operativo a ganar más.

Sin embargo, esa lógica que es muy eficaz para el negocio en funcionamiento no es la mejor cuando de lo que se trata es de validar ideas nuevas, donde ni los clientes tienen la misma aceptación, ni los productos resuelven los mismos retos. Esto se agudiza cuando la nueva propuesta se aparta del core business, porque ahí el modelo de negocio cambia y sus variables críticas también.

La diferencia fundamental entre los modelos predictivos y los modelos experimentales es su aplicación. Mientras los primeros son indispensables para proyectar el futuro con las variables actuales, los segundos sirven para experimentar con nuevas variables antes de proyectar. Luego entonces para los nuevos negocios, no se puede proponer el crecimiento sin antes terminar de validar el impacto que esos nuevos modelos de negocio tendrán.

Incluso antes de invertir en desarrollar capacidades, es mejor validar el potencial de crecimiento y de generación de riqueza de una nueva propuesta de negocio, es mejor fracasar en pequeño cuando los resultados de la experimentación no han sido satisfactorios a omitir las validaciones e invertir cuando las hipótesis no han sido validadas y se fundamentan exclusivamente en la experiencia o en el “sentido de negocio” de alguien que sabe del tema.

Vivimos en un ambiente de negocios cambiante, donde los modelos de negocio caducan con mayor velocidad, donde las empresas buscan constantemente nuevas alternativas para mantenerse vigentes en la mente de sus clientes. Esa prisa por buscar la novedad impulsa a tomar decisiones en función de la experiencia, en saltarse todas las validaciones para confiar en la experiencia y en el instinto, y aunque muchas veces funciona, no siempre es así.

¿Qué necesitan las organizaciones para validar constantemente sus propuestas sin invertir grandes cantidades en infraestructura y al mismo tiempo incrementar sus posibilidades de éxito en sus propuestas? Tal vez lo más adecuado sería entrenar un pequeño equipo en métodos experimentales que valide constantemente en las distintas etapas de las propuestas de negocio para reducir los riesgos y retrasar las inversiones hasta tener mayores certezas en las variables críticas de cualquier propuesta.

Ese pequeño equipo especializado en el desarrollo de proyectos debe coordinarse con las áreas operativas para la transición de proyectos que llegan a su fase final. Es común que proyectos que han seguido un exitoso proceso de validación, fracasan en la fase de implementación por un desinterés de las áreas operativas. No existe atractivo para dedicarle tiempo a proyectos en fase temprana porque les va a distraer de la generación de recursos del modelo actual en donde están centrados sus metas y sus incentivos. Es indispensable que la alta dirección este involucrada y las áreas operativas también para darle la prioridad correcta a los proyectos relevantes para el futuro de la organización.

Valida antes de crecer es el nuevo mantra que cualquier organización debe tomar en cuenta para los proyectos con los que buscan mantener su rentabilidad en el tiempo, dando la prioridad correcta al presente sin descuidar el futuro. En ese contexto, la validación emerge como un principio fundamental para garantizar el éxito a largo plazo. La premisa de “validar antes de crecer” se vuelve imperativa, ya que permite a las organizaciones mitigar riesgos, optimizar recursos y dirigir sus esfuerzos hacia iniciativas verdaderamente prometedoras.

Al invertir en métodos experimentales y fomentar una cultura de validación continua, las empresas pueden maximizar sus posibilidades de identificar oportunidades lucrativas y mantenerse relevantes en un mercado en constante evolución. Recordemos siempre que, si bien la urgencia por resultados puede ser una fuerza impulsora poderosa, la prudencia de validar adecuadamente, a través de métodos experimentales las ideas y estrategias, es la piedra angular de la verdadera innovación en la empresa.

Jorge Peralta

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