Durante la última década, la innovación se ha convertido en un concepto omnipresente en el mundo de los negocios. Sin embargo, a menudo se ha enfatizado el cambio por el cambio mismo, olvidando lo esencial: la generación de valor. La verdadera innovación no se trata solo de transformación, sino de crear un cambio que aporte valor.

La innovación implica la creación de valor compartido, tanto para el cliente (quien paga/usa los productos) como para la organización, que debe ser recompensada con una rentabilidad adicional que justifique los riesgos y recursos invertidos. Sin esta rentabilidad, corremos el riesgo de autoengañarnos, convirtiendo los esfuerzos de innovación en un gasto adicional que no se recompensa.

Cuando estos esfuerzos de innovación carecen de estrategia, método y métricas, no solo se incrementa el gasto, sino que también se generan resistencias al cambio dentro de la organización. Estas resistencias pueden convertirse en anticuerpos que dificultan la evolución de la empresa.

Por ello, es crucial entender las causas más comunes del fracaso en los procesos de innovación:

1. Falta de una estrategia clara La innovación requiere un propósito definido que articule lo que se espera en términos de crecimiento, cambio cultural, nuevos mercados y expansión del portafolio de productos. Sin esta claridad, es imposible conectar los esfuerzos de innovación con los objetivos empresariales, restando relevancia a estos esfuerzos y diluyendo su impacto como motor del futuro de la empresa.

2. Productos perfectos que nadie quiere comprar El desarrollo de productos o servicios debe pasar por el filtro de las necesidades y preferencias de los clientes. Ningún desarrollo puede tener éxito si ignora lo que realmente desean los consumidores. El concepto de deseabilidad es fundamental: sin la preferencia del cliente y su disposición a comprar, todo lo demás es inútil. Como lo explicó Clayton Christensen, es crucial profundizar en el “job to be done” y en un modelo de negocio que atraiga a los clientes, de lo contrario, ningún producto tendrá éxito por sí mismo.

3. Asegurar la viabilidad La preferencia del cliente es vital, pero igualmente importante es la generación de valor para la organización a través de la rentabilidad. Los productos deben estar respaldados por un modelo de negocio que asegure ganancias sostenibles. La falacia de que el volumen lo resuelve todo es común, pero no siempre es cierta; es necesario un análisis cuidadoso para garantizar que los volúmenes previstos proporcionen la rentabilidad adecuada.

4. Capacidades de escalamiento Contar con el producto adecuado, aceptado por los clientes y a un precio rentable, es solo una parte del éxito. Es crucial que la organización tenga la capacidad interna para escalar la producción y distribución. Las limitaciones en este aspecto pueden hacer que otras empresas con mayores capacidades aprovechen mejor la oportunidad. Por tanto, es esencial prepararse para el escalamiento desde el diseño del modelo de negocio. Un gran modelo comercial sin un soporte operativo adecuado no podrá crecer ni desarrollarse de manera efectiva.

5. Gestión interna Tener una estrategia clara, desarrollar un producto deseable, contar con un modelo de negocio rentable y poseer capacidades para el escalamiento son ingredientes esenciales para el éxito de la innovación. Sin embargo, un factor adicional, a menudo subestimado pero frecuentemente responsable del fracaso de los proyectos, es la gestión interna de la estructura organizativa.

Es necesario un trabajo interno sólido, apoyado por la dirección, que garantice una implementación eficaz. La resistencia al cambio es natural en todas las organizaciones, pero esta resistencia puede ser mitigada con una gestión adecuada. Algunas organizaciones utilizan equipos comerciales distintos para la introducción de nuevos productos, o implementan procesos independientes hasta que los desarrollos estén completamente ajustados. Los procesos administrativos también pueden requerir excepciones durante los lanzamientos. En resumen, la implementación es un desafío tanto de procesos como de gestión humana, y puede echar por tierra todo lo demás si no se maneja con cuidado.

Desarrollar productos, crear modelos de negocio y sentar las bases para el crecimiento son fundamentales para que cualquier innovación prospere. Sin embargo, todo esto no tiene sentido si no se logra una implementación eficaz que haga realidad las posibilidades de éxito. La mayor parte de las dificultades no son tecnológicas, de falta de talento o de recursos; la principal dificultad radica en tener una cultura abierta a los cambios y capaz de ver la organización con una perspectiva de generación de valor a largo plazo, donde todos colaboren en actualizar la propuesta de valor para mantenerse vigentes en la preferencia de sus clientes.

Jorge Peralta

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