La innovación no siempre es emocionante ni divertida. Va más allá de ejercicios creativos o entornos cómodos. Innovar es un desafío, especialmente cuando se mide por sus resultados.
Tener una gran idea o un producto tecnológicamente superior no garantiza el éxito. Si esas ideas no se materializan en una propuesta de valor validada por los clientes, se parecen a fuegos artificiales: mucho ruido, pocas nueces.
La verdadera esencia de la innovación radica en la generación de valor compartido para clientes, empresa y comunidad. No importa cuántos recursos se inviertan o cuánto esfuerzo se haga; lo importante es cómo ese esfuerzo se traduce en valor real.
Innovar también requiere rendir cuentas
Las áreas de innovación deben rendir cuentas como cualquier otra área. El valor generado debe traducirse en ingresos, rentabilidad o en bases de negocio que tarde o temprano generen resultados tangibles y cuantificables.
El análisis de los resultados necesita métricas específicas. Debemos dejar de esperar que cada inversión en innovación sea un éxito individual y empezar a pensar en términos de un portafolio de apuestas. Estas deben estar alineadas con la estrategia de la organización, dentro y fuera del core-business, esperando que algunas generen negocios rentables.
Este esfuerzo requiere un método claro, una agenda y un presupuesto adecuados para incrementar las probabilidades de éxito. También se necesita paciencia: el impacto de estos esfuerzos se reflejará en las finanzas con el tiempo.
En The Invincible Company, Alexander Osterwalder menciona que entre el 70% y el 90% de los proyectos de innovación fracasan. Este dato refleja la complejidad y los desafíos de crear nuevas ideas y productos. Por eso, trabajar con una lógica de portafolio no solo alinea la innovación con la estrategia, sino que también ayuda a mitigar los riesgos inherentes.
Errores frecuentes: la desconexión entre innovación y negocio
Un gran error en muchas organizaciones es departamentalizar la innovación, aislándola del resto del negocio. Si bien es positivo tener equipos especializados en metodologías innovadoras, estos no deben operar como islas. Es crucial que gestionen proyectos donde participen equipos multidisciplinarios, con dos objetivos clave: generar resultados tangibles y fomentar un cambio cultural.
La innovación necesita métricas que reflejen su impacto en la cuenta de resultados.
Cinco desafíos comunes que enfrentan las empresas:
Desconexión con el negocio:
Los procesos creativos son importantes, pero producir ideas geniales no basta. La innovación es la combinación de creatividad con modelos de negocio sostenibles y rentables. Sin ambos, no hay innovación real.Falta de alineamiento estratégico:
Desarrollar habilidades creativas en el personal es positivo, pero sin un objetivo claro alineado con la estrategia, se cae en el teatro de la innovación: mucha expectativa, pocos resultados.Falta de metodología:
Sin un modelo de trabajo claro y una sistematización de los esfuerzos, estos suelen perderse entre las urgencias operativas. Un plan de trabajo concreto es esencial para obtener resultados.Responsabilidad difusa:
Los proyectos de innovación necesitan responsables claros, con la rendición de cuentas vinculada a los resultados.Falta de métricas adecuadas:
Las métricas de entrada, como eventos organizados, asistentes, ideas generadas, likes y demás, son a menudo indicadores de vanidad. Se necesitan métricas de salida que reflejen resultados reales: facturación de nuevos productos, márgenes adicionales, reducción de costos operativos y renovación de la oferta.
La innovación debe estar conectada con los objetivos estratégicos y financieros de la organización. No debe ser un área “bonita” con poca conexión con los resultados. Si no se genera valor tangible, la innovación se convierte en el teatro de la innovación que tanto daño hace para que las organizaciones se decidan a dar pasos firmes para explorar nuevas posibilidades de negocio.